Los blancos después de muchos años viendo como espectadores de lujo como tocaban sus instrumentos los músicos de la orquesta culé, veían que ellos podían ser también protagonistas del concierto. A punto estuvieron el sábado, pero Valdés y el destino no lo quiso así. Habría que esperar al día menos indicado para unos y más apropiado para otros: Mestalla, la final de Copa.
Dicen que las finales están para ganarlas...y me gustaría añadir que las finales están hechas para aquellos con la sangre de horchata. Los dos equipos jugaron al cien por cien, dando en todo momento síntomas de seguridad a pesar de que más de medio mundo observaba espectante, cada pase, cada carrera, cada acción de los protagonistas. Los guerreros cumplieron, cada uno en lo suyo. El Madrid a base de tirones y de garra, y el Barcelona llevando el peso del partido y la vistosidad del juego.
Cuando se veía a Cristiano más fuera del partido que nunca y el Barça tenía a los de 'Mou' contra las cuerdas llegaba la jugada del 'flaco', de Di María, uno de los pocos que se ganan el sueldo. Centro del argentino al segundo palo y por fin esta vez sí, Ronaldo se vengaba del Barcelona, de esa final de Champions perdida cuando jugaba en el United, de cuando Iniesta y Xavi lo dejaron fuera del Mundial, del 5-0...demasiados disgutos para tanta prepotencia.
Las Cibeles abandonada a la labor de compañera de fotografía de los turistas durante los últimos años, por fin era vestida de blanco y besada por un merengue. En el horizonte, se avecinana dos nuevos rounds, ¿las sensaciones? El Barcelona a doble partido es favorito, al Madrid le puede pesar la euforia, y al Barça el golpe psicológico. Señoras, señores, aún queda lo mejor.
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