DE CURAS A GRAFITEROS

La calificada como etapa de transición se ha dilatado en el tiempo. Mucho. Tanto, que las manecillas del reloj atosigan a un equipo cuya caída sería un lujo excesivo. Excesivo y preocupantemente irrevocable. No la entenderían ahora aquellos que en su día levantaron estoicamente su ánimo para nivelar la balanza con una plantilla venida a menos.
Ya saben, los que se arrimaron para arropar a los que en su momento fueron los nuevos (novatos y peor que los que se fueron). La afición, que entendió que los viejos laureles eran precisamente eso. Era el momento de cambiar el chip. Y lo hicimos.


La afición del Deportivo cantando su famoso "Ser del Deportivo nos parece mejor".
 
Dos años a las "órdenes" de Caparrós y otros cuatro bajo la tutela de Lotina. Al primero se le echa de todo menos de menos; el segundo va camino. El de Utrera se encargó de vaciar Riazor; al de Meñaka se le achaca un grave problema de decisión. Y aunque ambos han cumplido con el objetivo por el que fueron contratados, la flor de Lotina va camino de marchitarse. Por eso, los que en su momento cambiaron el chip, lo han vuelto a hacer. De curas a grafiteros. La hostia, sagrada, se la han dado a los jugadores.
Y es que si sagrado es el cuerpo de Cristo, tanto o más lo son los 20.000 corazones que laten en Riazor cada fin de semana. Forza Dépor.

Diego Martínez Montero